sábado, 31 de marzo de 2012

Retrato de una muerte

En la noche más oscura y cerrada,
Me encuentro solo sentado inmóvil,
Apoyando mi fría y robusta espalda,
En la estantería que por mil libros anda.

El olor intenso de la seca leña quemada,
Se funde con el aire que ya no respiro,
Y los truenos, que rugen como el olvido,
Mortales, ensordecen mis ya sordos oídos.

Mientras, las tinieblas vuelan grises,
Haciendo caer las gotas de su ira,
Que mientras andan golpean los cristales,
Y resbalan lentas por los amplios ventanales.

Mi cuerpo, inmóvil, ya es velado,
Por los mil libros en los años cosechados,
Por los incontables cuadros a mi ser amado,
Y por los bustos de los dioses griegos olvidados.

El carrillón ruge potente en la vacía sala,
Moviendo sus manecillas como dos negras alas,
Que abanican mi imagen demacrada,
Con el sonido de fúnebres campanas.

La sangre tiñe mi alfombra de rojo,
Brotando de la herida de mí pecho,
Que se abrió voluntario y sin reparo,
Sin pensar en porque lo había echo.

Mi imagen esta sola e inmóvil,
Yaciente en el suelo, como flor quemada,
Con la mirada perdida hacia el cielo,
Y sin voz dulce, leve o quebrada.

El fin elijo me llegue pronto,
Mas el consuelo en el no encuentro,
Pido a dios y por su hijo le imploro,
Que no tome en cuenta que acabe así,
Con mi largo y eterno sufrimiento.
                                                                                                                                              Por: Carlainne