viernes, 11 de mayo de 2012

Luna perdida

La luna se contagió de tu adiós. La luz que entraba por mi ventana a media noche, acurruca mis recuerdos marchitos por tu despedida, que fugaces pasan los años, que rápidos los momentos bellos, que corta y cruel es la vida, aquella que hoy me abate por ultima vez, esa que hace que me sienta cansado de estar con ella, aquella que se presenta ante mi como un ave negra y endiablada que intenta dañarme hasta dejarme sin aliento. Ahora te grito a ti, gigante dormido, levanta la testa y mira al horizonte, alza los brazos y levanta tu cuerpo cansado. Despierta de tu letargo y abandona las aguas errantes de mi soledad y embárcate en las corrientes que corren por mis venas. Recoge tu corona, rey de reyes, y lanza tu ejército de emociones para que acaben con las tropas del dolor y la amargura. Haced que se rompan los escudos que protegen lo más oscuro de mi alma y embestid sin miedo alguno a quienes osaron aturdirme entre lágrimas y melancolía. Valiente rey armado, levanta tu espada de plata y lucha por la libertad de mi cuerpo interno. Haz que los rayos de la hermana luna vuelvan a iluminar mi rostro, haz que pueda sonreír de nuevo, acaba con los pocos restos de dolor que aun quedan en mi interior. Quémalos, convierte en cenizas todo aquello que me hizo ser lo el ser que mas odiaba. Acaba con los pájaros negros que vuelan sobre mi cabeza, aturdiéndome, haciendo que pierda el norte y fije mi mirada en otros caminos que no llevan a ningún lado. Quiero volver a ser lo que fui. Ser aquel hombre noble y sincero que amaba a la vida. Que sonreía por poder respirar cada mañana, que afrontaba sin miedo todos sus problemas y que mantenía claros sus horizontes y sus decisiones. Ahora, solo soy un vago recuerdo de eso. Una sombra escondida en lo más profundo del desván de mis pensamientos pasados. Un ánima oculta en la espesura de un bosque lleno de hechizos dañinos que abaten todo rastro de felicidad.

La luna se contagió de tu adiós, mi ser. Se infecto y se hundió como el barro con las huellas de tus pasos. Las marcas que me mostraban como poco a poco te ibas alejando de mí. Como me hacían comprobar que no soy más que un títere sin cuerdas, un árbol sin hojas, un humano sin alma.

Cuando encuentre el sentido de seguir adelante, te escribiré. Volveré a escribir los versos que tanto te gustaban, aquellos que en ocasiones te hicieron llorar y en otras sonreír. Volveré a escribir los textos cargados de sentimientos y de esperanzas que solía escribir en mi inocente etapa. Madurar es de sabios, y hacerlo pronto, de virtuosos.

Por. Carlainne