Recuerdo
cuando jugueteaba revolcándome en la hierba del jardín de la
vecina, recuerdo aquel tacto que sentía al tumbarme sobre ella, era
suave, húmeda, cómoda, sedosa era como reposar sobre una gran cama
echa de suave y blanda seda, era perfecta, podrías caerte,
revolcarte, o tirarte que no te harías daño.
También
recuerdo la dulce, tierna y cálida voz de mi madre llamándome-
“Tobías
hijo, ven corre, despídete de la vecina y lávate las manos que papa
llegara pronto y nos iremos a nuestra nueva casa”.
Oh,
si la recuerdo muy bien llamándome desde aquella pequeña ventana
que permitía que los rayos del astro rey iluminaran la cocina de
nuestra casita.
Ese
día la dejamos para irnos a lo que mi padre decía que seria una
casa mejor, años mas tarde volvería, tras la muerte de mi madre,
una enfermedad hizo que se la llevara en tan solo unos meses.
Mi
padre abrumado por la muerte de mi madre decidió que volviéramos a
nuestra antigua casa, decía que allí se sentiría mas cercano a
ella, ya que habían pasado la mayor parte de sus vidas allí, me
mintió.
Tan
solo un mes después de mudarnos de nuevo a nuestra casa, mientras
estaba en el colegio, no pudo soportar la falta de mi madre, aquella
persona que le había echo tan feliz durante tantos años, cogió un
cuchillo y se atravesó el corazón dejando una carta, en la cual
decía todo lo que me quería y que lamentaba mucho que tuviera que
afrontar solo las duras clases de la vida, hay comenzaron los
problemas que debería afrontar solo y sin ayuda de nadie.
Desde
temprana edad me puse a trabajar en una mina que regentaba un amigo
cercano de mi padre, trabajaba como minero en las galerías demasiado
pequeñas para que un hombre adulto entrara a trabes de ellas. Por el
día trabajaba y por las noches me sacaba los estudios básicos, para
al menos poder en un futuro encontrar un trabajo mejor. Dos meses
después el propietario de la mina murió y esta se cerró, yo me
quede sin trabajo y pronto me quedaría sin casa, ya que el sueldo de
la mina no llegaba para cubrir los gastos mínimos de la casa. Con
solo doce años me vi mendigando por las calle y sin un lugar donde
caerme muerto; pero entonces un ángel en forma de mujer de una edad
avanzada me salvo de morir de frió y de hambre, aquella agradable
vecina que me dejaba tumbarme en la hierba de su jardín me recogió,
y me cuido y crió con cariño y ternura.
Unos
años mas tarde, cuando yo tenia dieciocho años ya cercano a los
diecinueve, esa dulce anciana que me crió como a su propio hijo,
dándome cualquier capricho que quisiera, cuidándome y dándome una
educación digna de una persona, muere en una fría noche de invierno
debido a su vejez y a una enfermedad, la cual no consigo recordar.
Ese día aprendí una nueva lección la cual aun respeto y conservo
en mi memoria.
Para
mi sorpresa la dulce anciana había dejado un heredero a todas sus
pertenencias, me había nombrado su heredero. En el momento que vi su
cuerpo tomar reposo en el cementerio una extraña mezcla de alegría
y pena me inundo el corazón, y este se estremeció haciendo que
lagrimas de esa extraña mezcla brotaran a través de mis ojos, como
si de una fuente de emociones, sentimientos, y recuerdos se tratara.
Esa sensación amarga y dulce al mismo tiempo me removía todas mis
entrañas, mientras mis lágrimas descendían por mis mejillas.
La
pena era por que sentía lo mismo que cuando se murió mi verdadera
madre y así sentí lo que ninguna persona a sentido, el perder a una
madre dos veces, por que para mi ella era como mi segunda madre, la
alegría era por que sabia que iría directa al cielo pues ella se lo
había ganado a pulso, simplemente con el echo de adoptarme como su
hijo, criarme, educarme, quererme y encima nombrarme su heredero para
que no pasara ninguna penuria, solo por eso ya se merecía el cielo,
porque como dije antes ella era una ángel en forma de mujer.
Años
más tarde, después de deambular por pequeños trabajos que no me
llevaban a ninguna parte (carpintero, transportista, cochero…)
conseguí un trabajo como escritor de cartas en una naviera.
Mi
trabajo era sencillo, escribir las cartas que mi superior me dijera
para enviarlas y que los barcos supieran como debían tratar la
mercancía que llevaban.
Entonces
cuando mi vida comenzaba de nuevo a tomar un rumbo adecuado dio un
vuelco enorme y empecé a sentir una sensación que jamás había
sentido, fue cuando el gerente de la naviera me presento por
casualidad a su hija, la bellísima Mº Luisa Di’ banco, su
hermosura era impresionante, sus cabellos dorados como si estuvieran
hechos de oro, su cuerpo sensual y perfecto incitaba a cualquier
hombre a quererla, sus labios carnosos adornados con un precioso
carmín rojo y sobretodo sus ojos verdes, que brillaban como dos
hermosísimas esmeraldas. Ella se acerco hacia mi y me pregunto mi
nombre, yo le respondí- “mi nombre señorita es Tobías Malieri,
para servirla a vos y a su padre”. Ella con una voz muy suave y
educada me respondió- “gracias señor Malieri el placer de
conocerle mío” a lo que yo respondí- “Dispense señorita pero
debo decirle que el placer es mío por conocer a una dama tan bella
como vos”.
Esa
noche no pude dormir, solamente el pensar en ella hacia que mi
corazón se moviera cada vez mas deprisa y un cosquilleo me recorría
el estomago, en estos momentos desearía que mi padre estuviera para
que me aconsejara y me dijera que era lo que debía hacer.
Poco
a poco ella y yo fuimos estrechando lazos, primero con salidas
formales de empresa, luego con acompañamientos a distintas tiendas
de ropa, paseos por la bahía, invitaciones a pequeñas meriendas en
compañía do otros amigos y al final ella y yo nos terminamos
enamorando, mi amor se lo confesé mientras paseábamos un día por
la bahía, ella me miro con una cara tímida y me respondió
favorable diciendo que ella sentía lo mismo por mi. A las pocas
semanas fuimos a decírselo a su padre pero antes de que pudiera
mencionar palabra alguna el me rechazo, decía que no era lo
suficiente bueno para ella y que además ella estaba comprometida a
casarse con otro hombre, en ese momento mi corazón se partió en dos
y el de ella también, su padre la había comprometido con un
mercader musulmán que se había encaprichado de ella. Decía que
seria mucho mas feliz con el mercader que con migo, por fortuna el me
siguió tratando bien y no me desprecio ni despidió, pero mi amor
por ella era inmenso y tenia que verla fuera como fuera, decidimos
vernos a escondidas varias noches, pero ella estaba demasiado
vigilada, al mes ella y el mercader se casaron en un bonito día de
primavera, a la boda se invitaron muchos personajes aristocráticos
importantes y algunos generales militares, el gerente de la naviera
por supuesto fue invitado y yo también fui invitado a dicho enlace,
cuando vi tanta gente importante allí me di cuenta de que me había
equivocado sobre el, pregunte a uno de los invitados y lo que yo
creía que era un simple mercader resulto ser un comerciante muy
importante que comerciaba con armas, alimentos, madera, metales y
demás suministros muy necesarios, estos eran exportados por todas
partes del país y también a parte del extranjero, principalmente
los metales. Ella en lo que debería ser el día mas feliz de su vida
estaba triste y yo sabia por que, en un momento dado me di cuenta de
que ella seria mucho mas feliz con el que con migo, aunque ella no lo
quisiera. Yo no le podía dar nada y el podía dárselo todo, así
que tome la dura y difícil decisión de olvidarla y dejar que ella
continuara su vida sin mi. En el momento que ella me miro y yo me di
la vuelta para marcharme una nube de tristeza lleno mi
corazón............
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